NAIROBI, Kenia.- Después de El Salvador, Panamá y Costa Rica, cuatro países africanos -Uganda, Ruanda, Suazilandia y Sudán del Sur- aceptaron recibir a migrantes expulsados de Estados Unidos, un tema central de la campaña de Donald Trump.

El gobierno ruandés anunció que ya llegó un primer grupo de siete migrantes, que recibieron “apoyo adecuado” y protección de las autoridades. “Tres expresaron su deseo de regresar a sus países y cuatro desean rehacer sus vidas en Ruanda”, relató Yolande Makolo, portavoz del gobierno. No informaron la nacionalidad de los deportados.

Un activista ruandés afirmó que el acuerdo con Estados Unidos se dio por dinero e influencia política. “Aceptar a estos deportados le da a Ruanda una ventaja en las negociaciones de paz en el conflicto” de la República Democrática del Congo (RDC).

La RDC negocia la paz con la milicia del M23, apoyada por Ruanda, que este año tomó grandes territorios en el este del país.

Ruanda, con 13 millones de habitantes, afirma ser uno de los países más estables de África, y ha sido elogiado por su infraestructura moderna. Pero el gobierno del presidente Paul Kagame ha sido acusado de abusos de derechos humanos y represión de disidentes políticos y de la libertad de prensa.

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El de Uganda es el último arribo conocido al continente africano de estos “criminales”, como los llama Trump, quien hizo de las deportaciones una de sus principales políticas.

El primer país en aceptar a los deportados fue El Salvador de Nayib Bukele. Durante cuatro meses, 252 venezolanos acusados de pertenecer a la banda del Tren de Aragua fueron encarcelados. Varios contaron el infierno de las cárceles de El Salvador.

Esta política ha llevado al gobierno estadounidense a ignorar las denuncias de violaciones de derechos humanos en la “guerra” contra las pandillas de Bukele. “Se siente protegido por su asociación” con Trump, afirmó Noah Bullock, director de la ONG Cristosal. Recordó que la Constitución acaba de ser modificada para que Bukele se presente a la reelección indefinidamente.

Sin quererlo, un salvadoreño se ha convertido en el símbolo de la política represiva estadounidense: Kilmar Abrego García. Expulsado a El Salvador y luego devuelto a Estados Unidos, fue detenido de nuevo, antes de una nueva expulsión, esta vez a Uganda.

El Departamento de Estado informó que su titular, Marco Rubio, habló la semana pasada sobre este asunto con el presidente de Uganda, Yoweri Museveni, último país en anunciar un acuerdo con Washington.

Ayuda

Uganda acoge a una de las mayores poblaciones de refugiados del mundo -1,7 millones de personas- y recibe ayuda internacional para mantenerlos. También depende de la ayuda estadounidense, especialmente para sus programas de lucha contra el sida.

El líder de la oposición ugandesa, Robert Kyagulanyi cree que es probable que el acuerdo al que accedió su gobierno implique “acoger a personas con antecedentes penales a cambio de ayuda, apoyo político y cooperación económica”.

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Ruanda, cuyo presidente gobierna desde 1994, anunció este mes que acogerá hasta 250 personas expulsadas por Estados Unidos en nombre de sus “valores sociales”.

Sudán del Sur recibió a ocho migrantes de Estados Unidos. Este país, el más joven del planeta desde su independencia de Sudán en 2011, es inestable y uno de los más pobres del mundo. Además, acaba de salir de una cruenta guerra civil, que dejó 400.000 muertos entre 2013 y 2018.

En abril se negó a recibir a un congoleño deportado de Estados Unidos y, en represalia, Washington anunció la revocación de todos los visados concedidos a los sursudaneses. “No se sabe” qué se ha obtenido a cambio, señaló Melusi Simelane, miembro de una ONG que presentó un recurso judicial contra esta decisión. “La administración Trump se centra en democracias débiles, donde sabe que no se le harán preguntas”.